Entre aquellas viñas heroicas de las que hablaba, tras mucha búsqueda encontramos una que nos llenaba de satisfacción por sus enormes posibilidades, aunque las dificultades de su cultivo no eran menores –“buen sitio para esconderse” era todo lo que reconocían los entendidos-. En el término de Laguardia, de unos 13.000 metros cuadrados, fue plantada en su mayor parte en el año 1935, con las distancias entre cepas propias de la manera de cultivo de entonces, a mano y con caballerías. Al mismo tiempo se plantaban frutales que completaban la alimentación de la familia, hemos contado hasta 32 árboles diversos. Es una ladera muy en pendiente con un corte muy abrupto en su lindero este, al final del cual discurre un riachuelo llamado San Ginés; por eso conocemos tal finca como EL BARRANCO DEL SAN GINÉS (“del” porque lo que tiene nombre es el río, no el barranco), y de esa manera hemos llamado al vino que de la misma obtenemos.
Andando el tiempo, en 2017, esta viña ha sido calificada de Viñedo Singular que es una nueva categoría de la DOCa Rioja que quiere identificar a aquéllos que por sus características orográficas, climatológicas— -etc., de “terroir” en suma- son garantía de vinos muy especiales.