VENDIMIA AHORA Y SIEMPRE.
“Que cada vendimia trae su almanaque, según los corrimientos de nubes y de ábregos, de soles y ponientes; de los profundos y misteriosos partiles de la tierra.”
(* “Partiles” se intuye como “parto” de la tierra madre, después nos lleva a los “aspectos partiles” relacionados con dos astros, naturalmente Tierra y Luna, apuntando entonces a la biodinámica).
El libro al que hoy me voy a referir, y del que naturalmente están tomadas las palabras que anteceden, es el VENDIMIARIO DE PLINIO de Francisco García Pavón, del que manejo la primera edición de marzo de 1972 (Ediciones Destino).
Más detalle cabe dedicar a su criatura, el Jefe de Policía, Manuel González, alias Plinio, tal y como él lo (auto)retrató en su presentación: “Plinio ya había saltado los sesenta años y tenía fama de ser el hombre más pacienzudo y callado de Tomelloso. Oía siempre con el cigarro pegado a la boca y cara de escéptico. Llevaba casi cuarenta años arrastrando el sable, como él decía y sabía más del pueblo que nadie. Dotado de gran talento natural, sabía mucho del corazón humano, aunque “en pardo”. Sin decir nada, con el sólo instrumento de sus ojos socarrones desarmaba a los rateros, placeras de malas artes, prostitutas rústicas, robamulas y demás sujetos de su habitual clientela”. Podría éste haber pasado a ser el mito universal de manchego, de no haberse encontrado el puesto ocupado. En todo caso los mitos admiten diversos tipos, y el nuestro ahora es el de detective manchego, al que acompaña, para cumplir naturalmente con la tradición, su contrapunto Don Lotario de profesión veterinario.
Pasó asimismo a la televisión, en serie con firma de otras personas relevantes como José Luis Garci y Antonio Giménez Rico, y la música inconfundible de Carmelo Bernaola.
Hoy ésta se mira con nostalgia, aunque las imágenes no valen las mil palabras del autor, puro mancheguismo, lírico, onírico y metafórico cuando tiene que serlo, sentencioso y profundo cuando hace al caso, procaz y chabacano cuando es requerido, sardónico y escatológico en toda circunstancia. Sustantivos, adjetivos y verbos siempre precisos, aunque con frecuencia haya que hacer esfuerzos por descifrar su significado remontándose a la raíz de la palabra.
El lenguaje manchego está de moda, gracias a los réditos que de él han sacado famosos humoristas (José Mota, Joaquín Reyes…), de modo que resultará más fácil el seguimiento. En todo caso amen de imaginación conviene proveerse del oportuno diccionario de manchego. Diccionario Tomellosero.
También ayuda el sumergirse en el surrealismo de cada amanecida de la Sierra de Aybar con José Luis Cuerda, que no es poca cosa.
“Vendimiario” es según el Diccionario de la Academia “el primer mes del calendario republicano francés, cuyos días primero y último coincidían, respectivamente, con el 22 de septiembre y el 21 de octubre”. La vendimia inicia pues el ciclo anual de la vida, y es de ella, tal y como la cuenta nuestro libro, de lo que nos debemos ocupar aquí. El caso policíaco es pura anécdota, que además como siempre no conviene desvelar.
Entonces como hoy la vendimia tiene su propio almanaque. El dicho familiar por excelencia en Villarrobledo es: “Para San Joaquín y Santa Ana pintan las uvas, para la Virgen de Agosto ya están maduras”. Nuestro autor lo desmiente en pocos kilómetros al oeste: “Es mentira que en los pagos de Tomelloso estén las uvas maduras para el mes de agosto, como dice el folklore; ni al remate de ferias. De las ferias antiguas se entiende. Y así en el año que cuento sin ir más lejos, hasta entrado octubre no se abrieron las piqueras (*ventanas o huecos por donde se entra la uva en los lagares) madrugadoras”.
Quizás en ningún otro libro como el presente esté tan bien contada la alteración que en la vida ciudadana de una sociedad volcada en el vino representa la época de la vendimia. Se altera el ritmo de los días y de los corazones. Hoy sigue siendo así en la tierra del Rioja, y a pesar del tiempo transcurrido las circunstancias son mayormente parejas, aunque la sociedad sí haya cambiado sustancialmente, como dejo al criterio que haya vivido cada cual el apreciar. ¡Ea! (* ¡Venga, vamos!):
La desazón de los días previos: “En estos pueblos uveros, los días antes de la vendimia la gente está como el que se va a casar, con no sé qué desazón y hormiguillo. Miran y remiran el cielo. A lo mejor a media noche se desvelan creyendo que truena. Y a cada poco van a la viña a ver si las uvas siguen en su sitio. Los viejos entran y salen a los jaraíces (*lagares), acarician las prensas y destrozadoras, y palpan las barrigas de las tinajas como si temiesen el aborto”…
Los afanes: “Con el trajín de la vendimia los casinos estaban muy solitarios a las horas normalmente solaces. Sólo los jubilados del pulgar (*¿jugadores de cartas?) y de la gancha (* ¿bastón?) o los que carecían de una uva que pudieran llamar propia, se juntaban en el salón de abajo, mirando por los ventanales el trasiego de camiones y remolques; de gentes que iban y venían a sus quehaceres cosecheros”.
“La gente no enferma en la vendimia. Sólo le duelen las muelas al que se le cuela una granilla en la carie. Los señalados por la muerte aplazan el óbito hasta después de fermentar el mosto. Y todas las ansias son para salvar lo que con tanta zozobra enfrutó la tierra y los orajes (* borrascas)”.
“Se fijaban en cómo había caído total el uso de las serillas (*espuertas) de esparto o de goma, para el transporte de las uvas. Las carrocerías de camiones y los remolques iban aforrados con lonas. Y las uvas, brillantes de mosto, muelleaban con los botes del carruaje”.
Los problemas de logística: “Pero anoche, la cuadrilla, casi todos de la Puerta del Segura, unos treinta, se marchó con otro, porque les pagaba diez duros más, hato muerto (* hato puede ser la provisión de alimento del día, y muerto su buen peso) y vino abondo”.
…Que fíjense ustés, a estas alturas de octubre, cualquiera encuentra una cuadrilla de dos docenas y pico de personas a ese precio…
Los prejuicios: Me paice que las uvas se las va a tener que comer el ganao, como no sonsaque por ahí algún piquete de gitanos, de esos que antes de doblarse cada vez tienen que echar pito, párrafo y tocar las palmas.”
La emigración:…Que las cosas han cambiao, mi amo, que a fuerza de no querernos asalariar bien en el país, los obreros españoles somos ya como diamantes, que nos transportan a Francia o a la Ginebra si es menester, pagándonos más que a un alcalde; comiendo a lo señorito y con el sábado y el domingo libres para el esparcimiento del párpado…o de lo que se pueda”
La alteración de las hormonas: “Los noviazgos se adelgazan, y sólo cuaja entre los pámpanos y las sacas, cuando llega la noche, el amor de la carne con olor a albillo; el polvo a matacaballo sin quitarse los senojiles (* ligas para asegurar las medias por debajo de las rodillas); el doblarse con alaridos dionisíacos, como coro y danza de la faena premiadora. Que el mosto tiene mucho de semen, la uva de cojoncillo y el lagar de coño presto. Que toda la vendimia huele a <sexto> mandamiento, a culos desgobernados, a tetas garnachas y a meneo del vientre entre los sombrasoles de pámpanos pajizos. Que la recolección es el corrimiento de la naturaleza hecha brumillos de oro o sangre, con el <postcoitum> de pámpanos secos entre los resoles del véspero vendimiario”…
“Desde entonces, el amor para él siempre olió a mosto, a crujir de hojas de viña, a quiebra de sarmientos, a besos que sabían a uva”…
Y más y más y más que no puedo transcribir por razones de mesura. Si queréis gozar, leed el libro, apuntaros a las apreturas y vivid Laventura.
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